jueves, 26 de enero de 2017



Día uno
La melancolía renace y mi voz se desvanece. El pasar de los días arremete contra aquella pared de cartón, tan bien estructurada como si pudiera golpearla sin estropearla.
Las horas pasan y este frívolo espacio inunda mi guión.
¡Harta estoy! El entorno contribuye a mi apatía, a mi semejanza con las mentes sociópatas.
A veces quisiera desaparecer, huir a un lugar distante de la necedad de los seres humanos, distante de la preocupación excesiva por el bienestar de las personas que amo con locura.
Quisiera caminar por las calles, en un escenario de video musical, cortometraje o serie de televisión argentina. Un escenario gris, tal vez sepia, con la lluvia de verano que aún no disfruto por permanecer atada a mi mundo civil; las personas en segundo plano acompañadas de estructuras distorsionadas, el glamour de las calles de Nueva York o lo bohemio de Londres.
Entrar luego a un loft que alquilé por algo de dinero que guardaba en mi austera cuenta bancaria, decorado con oleos que compré en algún mercado de pulgas y algunas baratijas más.
Poco a poco iré llenando mi biblioteca personal, no sin antes comprar una computadora para escapar entre líneas tipo arial 11, sin espacios y justificadas.
En ese mundo no me importa lo material, lo trivial, lo profano.
Buscaré empleo, como mesera tal vez, no sin antes idear un plan para sobrellevar a las personas que me hablarán y juzgarán, como es costumbre en este universo paralelo.
Me encariñaré con una mascota, que no será mía, tal vez de un vecino; pero trataré de involucrarme mucho para no aburrirme de la soledad.
Entre trabajo, letras y melancolía; imagino que el diseño de mi ser, volverá al patrón original y la historia transcurrirá de forma más ligera.
Trataré de plasmar mis vivencias sin dejar todo a medias. Buscaré algún motivo, alguna luz.
Por las noches disfrutaré de bebidas espirituosas que calmen mi ansiedad, a veces acompañada de tu álter ego y a veces la soledad me bastará. Por las mañanas un buen café me ayudará a continuar.
Al concluir la despersonalización, volveré a este escritorio con papeles inertes, ruidos ensordecedores, voces que murmuran y otras que vociferan como en el mismísimo infierno; la monotonía reinará y las ganas de desaparecer resurgirán…